Desde hace un tiempo, una de las grandes tareas pendientes en mi práctica textil era profundizar en mi conocimiento sobre tintes naturales. Es un tema fascinante que siempre me llamó la atención, aunque hasta ahora sólo lo había explorado muy tímidamente.
Hace unas semanas pude poner manos a la obra (o más bien, “a la olla”) y dediqué varios días a mordentar, pesar, cocer y enjuagar. En este artículo te comparto mi experiencia y aprendizajes creando mi primera paleta de colores naturales:
Dar color a las telas con materiales obtenidos de la naturaleza (hojas, frutos, raíces, cortezas…) es una de las técnicas textiles más antiguas. Los primeros rastros del uso de tintes naturales se encontraron en China y datan del año 2600 A.C. es decir, se elaboraron hace más de 4.500 años. Sin embargo, los textiles son restos arqueológicos muy poco duraderos, por lo que quizás el empleo de esta técnica sea anterior.
Simplemente a modo de curiosidad –porque, como te digo, es un tema apasionante– mencionar que ésta fue la única técnica utilizada hasta el siglo XIX. En concreto hasta el año 1856, cuando en un intento de sintetizar quinina, el inglés William Henry Perkin oxidó sulfato de anilina con dicromato potásico y produjo el primer colorante sintético: la mauveína.

Mi proceso de exploración con los tintes naturales comenzó motivado por la idea de obtener materiales para mis creaciones que fueran respetuosos con el medioambiente.
La sostenibilidad es una piedra angular de mi práctica creativa y muchas veces me lleva a experimentar con técnicas y procesos ancestrales; alejados del petróleo y otros derivados que, además de ser poco ecológicos, pueden ser dañinos para la piel.
En mi caso, sólo utilicé pigmentos vegetales: cúrcuma, café, remolacha, espinaca y col lombarda. Quería crear una pequeña carta de color y además jugar con distintas técnicas de manipulación del material para crear estampados y degradados.
El resultado, sencillamente, me dejó sin palabras: morados, azules, verdes, marrones, amarillos, rosados… Colores súper intensos aplicados sobre tela, hilo y papel.
Pero, sin duda, lo que más gratificante fue el proceso en sí mismo: pesar los materiales, extraer el pigmento, preparar los baños de color, observar los distintos resultados que se obtienen toqueteando la fórmula aquí y allá. Cada paso fue una lección sobre textiles, pigmentos y color.
Finalmente decidí aplicar todo lo aprendido en un proyecto final: un bolso estampado que puedes ver en este vídeo, pero ya estoy deseando seguir experimentando y probar con nuevos elementos tintóreos: raíces, frutas, semillas, hojas, cortezas… Desde luego ésta es una práctica que llegó para quedarse en mi proceso creativo.
¿Has experimentado con tintes naturales en tus proyectos textiles? ¿Te gustaría que preparara una clase online para que puedas aprender todo el proceso paso a paso y las recetas específicas para cada uno de los colores? ¡Te leo en los comentarios!

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